ÁRBOLES DE NAVIDAD EN LOS
SIGLOS XIX Y XX
Debido a la cada vez
mayor tala de árboles, se empezaron a inventar los árboles de navidad
artificiales. Comenzaron a ser importados de Alemania a América alrededor de
1880 a través de tiendas como FW Woolworth. Fueron seguidos por patentes de luz
eléctrica y ganchos de metal para colgar las decoraciones.
Estos primeros árboles eran pequeños, pero a
finales del siglo 19, comenzaron a
fabricarse árboles cada
vez más grandes. Esto marcó un hito en la sociedad, convirtiéndose en un símbolo
de estatus: mientras más grande era el árbol, más opulenta era la familia. Y con
respecto a los adornos ¡ni se diga! Fue la época en la que se sobrecargaban los
árboles con todo tipo de decoraciones.
En ese entonces el mercado de árboles y
adornos de navidad empezaba a expandirse por toda América y Europa, pero durante
la primera guerra mundial, los árboles de navidad tuvieron que ser guardados en
sus cajas en espera de la ansiada paz. En Inglaterra, por ejemplo, algunas
familias optaron por decorar pequeños árboles y colocarlos en sus refugios, como
una manera de aligerar su espera, pero al finalizar la guerra, inmensos árboles
de navidad decoraron las plazas públicas y los hogares.
A mediados de los años 60’s, las ideas
modernistas acapararon el mercado de los árboles de navidad y empezaron a
crearse los árboles de aluminio plateado, pero hacia los años 70’s se recobró el
gusto por los árboles naturales.
Ahora, en pleno año 2000, los materiales, tamaños y formas
de los árboles de navidad son muy variados. Los fabricantes compiten por hacer
adornos cada vez más llamativos y las tiendas llenan sus anaqueles con esferas,
muñecos, ángeles, Santa Clauses que ríen y bailan; luces de colores con o sin
música y toda una industria que crece día a día en torno a la navidad
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