En lo que se
refiere a su ornamentación, se afirma que fue Martín Lutero (1483-1546) quien
“inventó” el árbol de navidad. Según
la leyenda, una noche en la que Lutero regresaba a casa, observó que la luz de
las estrellas centelleaba en las ramas de los árboles cubiertos de nieve. Esto
le hizo recordar la estrella de Belem que guió a los pastores la noche en que
nació Jesús e inspirado por esta imagen taló un árbol, lo llevó a su casa y lo
decoró con velas, nueces y manzanas tratando de explicar así los dones que los
hombres recibieron con el nacimiento de Jesucristo.
Al correr de los años, esta
idea se esparció por algunas provincias de Alemania y para el siglo XVI, la
gente ya empezaba a tener la costumbre de colocar un abeto en sus hogares.
Pero como estos
abetos necesitaban de decoración, se comenzaron
a inventar adornos, naciendo así los
mercados de objetos de navidad en algunos pueblos de
Alemania. En estos mercados, la gente compraba regalos, comida, pan de jengibre
y adornos de velas para colocarlos al pie de sus árboles. Y las familias
comenzaron a tener la costumbre de reunirse en torno al
árbol de navidad,
como empezó a llamarse.
Fue entonces cuando el 24 de Diciembre, fecha del natalicio de Jesucristo, se
empezó otra tradición: llevar a los niños de paseo o de día de campo, para que
los adultos pudieran colocar y decorar con dulces y juguetes el árbol. Así a su
regreso, los niños eran sorprendidos con el árbol y sus regalos, dando inicio la
celebración de la fiesta de navidad.